America Bonita (2)

Segunda Parte

Patas arriba. Un libro, un mundo.

Tuve la grandiosa experiencia de leerlo en mi breve estadía en Bolivia. Lo tomé prestado de la biblioteca de un amigo. Intuía lo que me esperaba y estaba dispuesta a enfrentarlo. Todo mi viaje estuvo planeado en esos términos. Necesitaba acordarme (o quizá incluso descubrir) quién era y de dónde venía.

Una vez en el terreno cada palabra fue cobrando forma al levantar la vista. Ni pensar lo que pesaba la mochila al final del día. Durante las horas que durara mi jornada, recogía incansable (con culpa de más de 500 años), miradas desviadas al encontrarse con la mía, disculpas con forma de perdones, sonrisas nerviosas por complacerme, palabras en Aymara que mi lengua madre no permitía comprender (así como tampoco mi excelso inglés británico), manos cuarteadas, olores que mi cuerpo rechazaba con repulsión, injusticias de las que sólo podía ser espectadora, machismos reproducidos hasta el hartazgo, y más y más dolores ajenos que iba apropiándome.

Las hojas pasaban de largo frente a mis ojos, y diminutas (a veces bastante más grandes) alfileres se me iban clavando bajo la piel. Blanca.

Colectivos que desbordaban personas, dolores cayendo como gotas de transpiración, llantos contenidos, ojos sumisos, hombres cansados, mujeres olvidadas, niños dormidos en las espaldas de sus madres, viejos sin descanso, vidas sin dignidad.

Esta historia continuará…

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