Cosas que te pasan si estás vivo

La confesión del otro día acerca de las palabras, trajo consigo serias consecuencias.

Ofendidas por mi indiscreción, decidieron abandonarme por unos días. No pueden imaginarse lo que es transitar la vida cotidiana sin su compañía.

Al principio, pensé que su reacción era desproporcionada, que pronto recapacitarían y volverían. Sin decir nada, ellas y yo, nos amalgamaríamos nuevamente y el episodio quedaría en el pasado.

Con el correr de los días, sin embargo, intuí que deberían estar más enojadas de lo que pensé y que el hecho no podría resolverse con un simple apretón de manos mental. El caso ameritaría un tratamiento especial.

Traté de imaginar cómo reaccionaría frente a un amigo dolido, un novio despechado. La cosa se complicó y decidí pensarlas más simples, menos enroscadas que los seres humanos.

Entonces me dispuse a tentarlas, invitarlas, como quien no quiere la cosa, a rellenar estás páginas (virtuales) en blanco. Sin embargo, como, a esta altura, yo también estoy un poco contrariada con ellas (por la sucesión de furcios, tartamudeos, dificultades en la redacción, etc., que sufrí estos días), las convidaré a participar pero, no como protagonistas del relato, sino como simples vectores del pensamiento.

Decidí entonces, reivindicar a todas las cosas (¡y personas!) que nos acompañan diariamente, y que no siempre reciben el homenaje apropiado (no vaya a ser que estas también se me enojen). Es decir, las que pasamos por alto por el simple hecho de estar. De sentir que nos son dadas. Las que naturalizamos.

A medida que mis dedos se deslizan por el teclado, vienen a mi mente, una a una, todas las cosas (sí, entre las palabras que perdí por la confidencia del otro día, están los sinónimos… de paso les propongo un juego: cuenten cuántas veces llego a decir la palabra “cosa” o su variante plural “cosas”, a lo largo de este mensaje) que me completan. Uso el verbo completar, porque creo, sinceramente y sin ningún intento demagógico, que sin ellas, no sería yo.

Muchas son, las cosas que en la vida, realmente me completan. Inútil sería un intento de nombrarlas a todas de una sola vez y para siempre, pero al menos, quisiera abrir este espacio para la reflexión sobre el tema. Abrir la puerta del homenaje a esas pavadas que nos roban una sonrisa (aunque sea pa’dentro) cada día.

Como siempre nos cuesta ser los primeros, empiezo yo.

Advertencias (perdón, es que, siento que podría herir susceptibilidades si no hago muchas, pero muchas, aclaraciones previas):
• el orden de aparición no indica orden de relevancia;
• esto pretende ser simplemente una enunciación, no una declaración de principios;
• la lista no se agota (o al menos así lo deseo);
• si no estás en ella, probablemente, es porque no me acordé o se hizo la hora de dejar esto y volver a mis obligaciones, ya que este sitio sólo lo conoce gente a la que aprecio y estimo, que me completa, de alguna u otra manera;

Luego del lapsus aclaratorio, retornemos… veamos en cuántas coincidimos (lo veo difícil, ya que con el correr de los años, aquellas cosas que para mí se caen de maduro, a muchos de los que me rodean, le parecen de lo más extrañas)y en cuántas no.


Sin más (al menos por ahora), con ustedes: Las cosas que te pasan si estás vivo.

Los amigos. Decidí empezar por ellos, porque… son ustedes! Jajaja! Esto es más divertido de lo que pensé, al menos para mí! ¿Qué sería de uno sin los amigos? Sin caer en los eternos clichés de la amistad, reconozco que sin ellos no sería yo. Es más sería alguien de lo más desagradable para mi actual yo. Alguien con quien hoy no me relacionaría en absoluto. Mis amigos, me completan.

La familia. Para los que pensaron que no habría lugar en esta lista para ella, se equivocaron. A pesar de las apariencias (que nos engañan el 99% del tiempo), amo a mi familia. Sí, a todos! Y somos muchos! Tengo familia “compuesta” como dirían los sociólogos amigos. Una suerte de mixtura Santiago-Zarateña, que terminó resultando en: 1 padrastro malo (chiste interno) + 4 hermanos + 1 hermana + 4 cuñadas + 4 y ½ sobrinos (a esta altura Olivia todavía está en el horno) + 1 madre de otro planeta (en todos los sentidos habidos y por haber).

Para que vean que esto no es (sólo) demagogia para con los lectores, la lista continúa con las nimiedades (aparentes, al menos), que me hacen feliz.

El café con leche. Sí, leyeron bien. Café con leche. Pero no cualquiera. Ese que se prepara con una taza completa de leche calentita, una cucharadita de café instantáneo que apenas la mancha y 3 cucharadas de azúcar. Para que sea perfecto, debe tomarse frente a una ventana. Si el día está frío o lluvioso, la alquimia resultante es mágica.

Una combinación ideal: Bici + Sol. Sólo comparable con la suma algebraica de: Sol + Siesta. Y si la lógica proposicional no me falla: Bici + Sol ⇒Siesta al Sol.

El Mate. Poco a poco, voy dejándoles entrever, esto que decía en la presentación, de que la argentinidad nos brota (queramos o no) por los poros. Quién de nosotros no ha pasado mañanas, tardes o noches, infinitas, acompañadas de ese amigo fiel que es el mate. Reuniones familiares, con amigos, para estudiar, o simplemente con nosotros mismos. Siempre ahí, presente.

Otra infaltable, e indispensable, mi amiga personal, diría hermana siamesa: la música. Desde las 6 de la mañana (cuando no, antes) hasta el último minuto del día, está conmigo. Alegre, triste, eufórica, solemne, introspectiva, nerviosa… esté como esté, siempre tiene para conmigo un gesto de solidaridad: la canción justa, en el momento apropiado.

Libros… qué decir de ellos, que no se haya dicho ya, con mayor elocuencia y efusividad. Aparentemente inofensivos, las dictaduras más cruentas de la historia advirtieron su peligrosidad. No en vano, se pretendió una y otra vez erradicar, cierta literatura, de la faz de la tierra. Las palabras (allí de nuevo) escritas, y en su forma sonora, el discurso, son armas más potentes que cualquier otra, jamás creada por los seres humanos.

Por último (por ahora), un lujo. Uno de esos placeres que puedo disfrutar por pertenecer a la honorable clase media argentina. Una excentricidad, si lo observara desde la perspectiva común y corriente del argentino promedio. Viajar. Sea a dónde sea y cómo sea, amo viajar. La ruta, las personas, los lugares. Esa magia que envuelve y corona cualquier escapada por más mínima que sea. Desde la idea misma, hasta su concreción, conlleva para mí una carga inusual de energía que revitaliza mi cotidianeidad.

Antes de despedirme, invítolos a compartir (otra vez, este maldito verbo… lo voy a tener que buscar en el diccionario porque tanto no me lo acuerdo) esas pequeñas-grandes cosas que nos completan.

Por ahí, quién te dice, vos me completás más de lo que te imaginás.

3 comentarios:

  1. Contador de palabras “Cosa/Cosas” : 11

    No estuvo tan mal, che!

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  2. Tambien le pasa a uno que conoce gente extraordinaria de repente en el momento y en el lugar menos pensado...

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  3. Como en el trabajo, por ejemplo?

    Grande cumpa!

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