GOLPES


Un presagio se fija
en una rama sorda.
Hay que llorar para dormir.
La presencia de límites
hiere al corazón.
Miles de cosas adulteran
la garza escrita en la pared
de aquellos que se queman.
El dolor entra en exteriores
de sí mismo, su instante
perdió la luz y los nervios
pensantes se acuestan
en lo que ama como padre.
Son novedades extrañas,
no hay Dios por exceso de Dios.
En palabras sin habla
el amor se refugia, dialoga
con lo no visto ni tratado.
Son las costumbres de la infancia.
Un tironeo atrás atrasa
el primer signo del espanto.
Te veo en una mesa con manteles
que puso la noche y escalones
que suben al vino. Ahí se queda
el ánima purgada, las
preguntas que no se quieren ir,
sin piedad, sin horario.



Gracias Juan.
Concuerdo contigo, la presencia de límites hiere al corazón.

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